No podemos dar espacio al olvido

Son días difíciles para el país. El duro golpe a Carabineros no ha afectado sólo a la institución y el Estado, sino también a la ciudadanía del país. ¿Quién hubiese imaginado un crimen tan brutal como éste? ¿A qué hemos llegado? se escucha del hecho. Es que a medida que se conocen más detalles, más aumenta la impresión. Trascendidos de que los uniformados fueron acribillados y luego quemados, hacen más doloroso el pesar de una ciudadanía que es al mismo tiempo “víctima y testigo” de un Chile violento e inseguro. Pero lamento decirles que esto, en La Araucanía, no es nuevo. Los invito a recordar aquel cuatro de enero de 2013, cuando un grupo de terroristas quemó vivos a los adultos mayores Werner Luchsinger (75) y Vivianne Mackay (69). Un crimen del que sólo fue condenado a 18 años de prisión el autodenominado Machi Celestino Córdova, quien hoy goza de beneficios carcelarios. 

Las ejecuciones en La Araucanía no son algo nuevo. Hay que navegar en la memoria para recordar algunos casos, como cuando el siete de enero de 2021, en el sector Selva Oscura de Victoria, mataron de un disparo a Orwal Casanova (70). Un día doloroso para la región, porque al mismo tiempo en Temucuicui asesinaron también a balazos al detective Luis Morales Balcázar, en medio del masivo operativo de la PDI.

Ese mismo año, el 19 de septiembre, un grupo de encapuchados disparó contra el hogar de una familia del sector Villa Las Araucarias, comuna de Carahue y luego le prendió fuego a la casa, dejando a Hernán Allende (49) con el 40% del cuerpo quemado. Un mes después falleció. 

El 18 de enero de 2022 César Millahual (22) fue asesinado tras recibir un disparo en la espalda, mientras trabajaba en una faena forestal del sector Butamalal de Cañete. Tres días después, el 21 de enero, en el sector Tres Esquinas de Carahue, Gastón y Cristóbal Aravena -tío y sobrino, ambos trabajadores forestales- murieron tras ser atacados a tiros desde una camioneta en movimiento, cuando iban saliendo de su domicilio en un automóvil.

Claramente vamos viendo el incremento de la violencia en los crímenes, cuando en el Fundo El Encanto de Carahue, propiedad de CMPC, el 20 de febrero de 2022 fueron asesinados dos jóvenes guardias de seguridad, que prestaban servicio a Forestal Mininco. Álvaro Carrasco (30) y Benjamín Bustos (23). Ellos estaban al interior de una camioneta detenida, cuando recibieron disparos con un arma 9 milímetros en la cabeza, pecho, hombros y brazos. Se dijo en el minuto que ambos vestían un buzo antiflama color verde, por lo que pudieron haber sido confundidos con Carabineros. Sólo tres meses después, el cinco de mayo, Manuel Huenupil (45) murió baleado, luego de que el vehículo en el que transitaba fuera atacado a tiros en la zona de “Casa de Piedra” entre Tirúa y Carahue.

Crímenes horrorosos, delitos que muestran el lado más frío y brutal del terrorismo en La macrozona sur, donde por años ha habido ejecuciones a civiles. Tras el cruel crimen de los 3 funcionarios de Carabineros en el sector de Antiquina, podemos observar cómo ha aumentado la violencia de quienes infunden terror, una verdadera escalada de salvajismo. Hoy, todos estamos dolidos por la muerte de los uniformados, mas no podemos dar espacio al olvido. La memoria “selectiva”, no permite que recordemos a quienes partieron abruptamente en manos de grupos terroristas, que han alzado banderas de lucha reivindicatoria, para blanquear a sus organizaciones criminales. Que quede claro: nada tiene que ver el verdadero  Pueblo Mapuche con los terroristas que asesinan a sangre fría y ejecutan a chilenos de trabajo.