Óscar Araya: “Jamás pensé que en una segunda oportunidad; pensé que moriría en la calle”
"Llamé a mi hijo pero me dijo que había marcado un número equivocado. Yo no lo culpo, es natural que esté enojado, me porté pésimo ...", contó uno de los acogidos del Hogar de Cristo en Temuco.
Es uno de los 20 acogidos de Hogar de Cristo que hace pocos días fue certificado en carpintería de obra gruesa, en Temuco. Esto gracias a una alianza entre la Universidad Autónoma y el Servicio Nacional de Capacitación y Empleo (SENCE). Hoy debido a su esfuerzo logró dejar atrás la calle, con un oficio y un nuevo proyecto de vida.
“Cuando llegué a la capacitación no me la creía, les decía a mis compañeros, entre risas: ¿Quién diría que yo llegaría a pisar una universidad? Esta ha sido una de las grandes sorpresas de mi vida, logré conocer a mis compañeros de calle, dejamos de ser desconocidos", declaró Óscar Araya (58).
"Nos dieron cuadernos, lápices, colación, hasta dinero para la movilización. Fue asombroso, me enseñaron todo sobre prevención de riesgos dentro de una obra, los elementos de protección, aprendí a ocupar las herramientas, la teoría de la carpintería, como el trazado, dibujar planos, el manejo de herramientas”, agregó.
Es una buena descripción de lo que fue el taller de carpintería financiado por la Universidad Autónoma de Chile. Tal como la madera carcomida que ellos recuperan a punta de lija y talento, estos hombres en situación de calle, con consumo problemático de alcohol y drogas, reviven en su dignidad al redescubrir el valor del trabajo en equipo. Una iniciativa que también contó con el apoyo de Sence de la región de La Araucanía a través del programa Becas Laborales.
-¿Qué significa para ti este nuevo comienzo?
- Fueron como tres meses estudiando en la Universidad, fue precioso, jamás imaginé que a mi edad tendría una segunda oportunidad. Cometí tantos errores en mi vida, que llegué a pensar que moriría solo en la calle.
Este hombre de 58 años, en situación de calle, dice que su historia va de segundas oportunidades, de saber perdonar y de tratar de recuperar el tiempo perdido. Hoy lleva 5 meses sobrios, tiene un trabajo estable en una ferretería y sueña con recuperar a su familia. “Durante 8 años fui adicto al alcohol y viví botado en un rincón de Temuco. El consumo me hizo perder absolutamente todo, a mi ex mujer, a mis hijos, a mi madre, inclusive a mí mismo”.
-¿Hace cuánto tiempo no ves a tu familia?
- Hace años, quizás los mismos 8 años que pasé en la calle. Sé que me pueden juzgar como un mal papá, es cierto, pero el consumo, la baja autoestima, las drogas, las malas juntas, la calle, todo lleva a perder la brújula. Te hace vivir sin timón, no tienes idea de qué pasa contigo o lo que estás viviendo, es como una pesadilla. Lo triste es que cuando logras estar sobrio vienen los recuerdos de tus años “felices”, de los errores, tus fracasos, entiendes que quizás nunca te van a perdonar.
Trabajo en equipo
Días o semanas enteras sin bañarse, la ropa sucia o rota, que les queda grande o chica porque no la compraron para ellos, el hambre, las enfermedades, las adicciones, la exposición a la violencia y un denominador común: un dolor que a gritos pide ayuda.
En La Araucanía 170 mil personas viven en situación de pobreza en la región, el 60,7% de ellas habita en zonas rurales y en las ciudades hay 400 en situación de calle. Muchas mueren sin que haya de ellas un registro oficial, como si no hubieran existido. Esta es la causa que mueve a Pedro Urrutia, jefe social del Hogar de Cristo en La Araucanía.
“En nuestro territorio hay cientos de personas viviendo a la intemperie y no es exagerado decir que en su mayoría han caído por las grietas de un sistema que funciona con servicios fragmentados que no se comunican entre sí ni se centran en las personas”, dijo.
-¿Es posible erradicar la pobreza?
- Sí, pero es necesario que dejemos de ver a las personas en situación de calle,como parte del paisaje urbano, es tiempo de entender que son una de las expresiones más severas de la pobreza y de la exclusión social y requieren respuestas del Estado, mucho más allá de las necesarias medidas paliativas, clásicas del invierno.
-¿Cuáles serían esas respuestas?
- Servicios integrados y de calidad, tanto para la emergencia como en las intervenciones promocionales. Por ejemplo, sin el apoyo de Sence o del financiamiento de la Universidad Autónoma de Chile, el Hogar de Cristo no habría podido llevar adelante el curso de reinserción laboral en carpintería. Es muy importante entregar herramientas a las personas más vulnerables, pues así ellos pueden salir de su situación y buscar una actividad económica. Ahora no sólo tienen el conocimiento, sino que también fueron certificados en el área, lo que permite abrir un espacio para que puedan encontrar un trabajo formal y avanzar en su calidad de vida.
¿Segundas oportunidades?
En Chile hay entre 16.500 y 20 mil personas viviendo a la intemperie, en su mayoría hombres (84,3%), su edad promedio es 46 años, el 95,6% vive solo y el promedio de permanencia en la calle es de 6,9 años. En la mayoría de los casos, la causa de su situación se explica en una acumulación de problemas, que se refuerzan unos con otros hasta alcanzar un punto de inflexión. No es trivial que en el 63,6% de los casos los conflictos con la familia sean el gatillante que explica la vida en la calle, como le sucedió a Oscar.
-¿Por qué llegaste a la calle?
- Mi esposa siempre tuvo esperanzas de que yo cambiaría, siempre estuvo ahí para mí, pero yo no supe cómo cuidarla a ella. El punto de inflexión llegó después de un proceso de desintoxicación que tuve hace años, fueron meses sin copete, pero justo en ese momento sus papás fallecieron. Ella entró en una depresión bien fuerte y para ser franco no supe cómo apoyarla, ella estaba pésimo, yo intentaba tirarla para arriba pero no sabía qué hacer, me frustraba, me daba pena, me sentía una carga. Al final, fue tanto el estrés, que un día terminé en un boliche pidiendo un vaso de copete, ahí se fue todo a la mierda.
-¿Después de tanto años qué te hizo querer dejar atrás la vida en la calle?
- Una mañana desperté en el Hospital porque me sacaron la mugre, casi me matan, y entendí que podría morir sin ver de nuevo a mis hijos. Eso me hizo querer dejar esa vida maldita atrás.
-¿Lograste hablar con ellos?
- Llamé a mi hijo pero me dijo que había marcado un número equivocado. Yo no lo culpo, es natural que esté enojado, me porté pésimo, quizás nunca encuentre el perdón de nadie, es algo con lo que tendré que vivir. Pero estoy sobrio y, aunque no lo creas, me he perdonado a mí mismo. Si no fuera así, no podría seguir sobrio, ahora recuerdo las cosas, estoy despierto.
Por Matías Concha P.
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