El trigo no crece entre los pinos

Ximena Sepúlveda, Ingeniera Civil Industrial, Magister en Desarrollo Humano Local y Regional. Ex seremi de Vivienda y Urbanismo.

Ximena Sepulveda - El Trigo no Crece entre los Pinos

Si queremos entender por qué el trigo está en retirada, miremos el panorama completo: parcelaciones descontroladas, una industria forestal voraz y un modelo agrícola obsoleto. La entrega de tierras a comunidades indígenas es, en todo caso, una oportunidad para diversificar y fortalecer la producción agrícola, si se acompaña de apoyo técnico sostenible y financiero adecuado”, por Ximena Sepúlveda.

Culpa de la Conadi

El diputado Andrés Jouannet (Amarillos) nos ha iluminado con una teoría revolucionaria: la caída en la superficie cultivada de trigo en La Araucanía es culpa de "las malas políticas públicas" y de Conadi. Según su lógica, no importa que los suelos se estén secando, que las plantaciones forestales se expandan como una plaga de langostas, o que los grandes agricultores sigan apostando por el monocultivo sin innovación. No, la culpa es de la entrega de tierras a comunidades mapuche.

En la última década, la fiebre de las parcelaciones de agrado ha reconfigurado el paisaje rural de La Araucanía. Al menos 15.027 hectáreas han sido fragmentadas en cientos de proyectos inmobiliarios, reduciendo significativamente la superficie agrícola disponible (Minvu, 2024). Pero claro, según Jouannet, los campos de trigo no desaparecen por el avance del mercado inmobiliario, sino por Conadi. Tal vez cree que las comunidades indígenas están en el negocio de las parcelas de agrado y los condominios campestres con piscina.

Mientras el diputado se distrae buscando culpables en el mundo mapuche, los datos cuentan otra historia. La industria forestal en La Araucanía ha crecido sin freno en las últimas décadas. Entre 1973 y 2007, su superficie se expandió en un 62,9%, sumando más de 220.000 hectáreas de monocultivos de pino y eucalipto (Nahuelhual et al., 2012). En la subcuenca del río Quepe, solo entre 1994 y 2007, las plantaciones forestales aumentaron un 97,1%, mientras que las áreas agrícolas disminuyeron (Bahamondez et al., 2013).

Por si fuera poco, el impacto ambiental del modelo forestal es devastador: (1) Menos agua: Estudios han demostrado que la expansión de plantaciones forestales reduce el caudal de las cuencas en hasta un 18% (CR2, 2023); (2) Más erosión: La conversión de tierras agrícolas en monocultivos forestales degrada los suelos, dejando poco margen para la recuperación de cultivos como el trigo (Lara et al., 2020); (3) Más pobreza: Investigaciones han revelado que el crecimiento de la industria forestal está vinculado al aumento de la pobreza y la desigualdad en las comunas donde opera (Reyes et al., 2019).

Ahora bien, los grandes agricultores también tienen su cuota de responsabilidad, pues aquí viene otro detalle que no calza con el relato del diputado. Mientras la superficie cultivable desaparece, los grandes agricultores han seguido apostando por el monocultivo intensivo sin diversificación, cambiando desde el modelo cerealero al de los frutales. Se han resistido a implementar nuevas formas productivas como la agricultura regenerativa, a invertir en suelos sanos o a mejorar el uso del agua. La solución no es sembrar más trigo, sino transformar su cultivo mediante técnicas agroecológicas y regenerativas que no solo mejoren la producción, sino que también le agreguen valor, asegurando su sostenibilidad a largo plazo (Altieri & Nicholls, 2020).

Si queremos entender por qué el trigo está en retirada, miremos el panorama completo: parcelaciones descontroladas, una industria forestal voraz y un modelo agrícola obsoleto. La entrega de tierras a comunidades indígenas es, en todo caso, una oportunidad para diversificar y fortalecer la producción agrícola, si se acompaña de apoyo técnico sostenible y financiero adecuado.

Pero claro, culpar a Conadi es más fácil y vende mejor en los titulares. Mientras tanto, el trigo sigue sin crecer entre los pinos.

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