La educación que no prendió en Chile

Felipe Martínez Reyes, administrador público, consejero regional de La Araucanía.

Paros de los profesores todos los años; tomas de parte de los estudiantes que han arruinado a muchos colegios emblemáticos; sistemas locales de educación que no logran responder ni administrar el sistema escolar; más de 50 mil niños que abandonaron por completo su escolaridad el año pasado; adoctrinamiento ideológico comunista en muchos colegios públicos; adoctrinamiento ideológico de género en muchos colegios públicos; inauditos talleres de educación sexual para niños en edades previas a la pubertad; los más de 800 niños que a la fecha no tienen matrícula a nivel nacional y que en La Araucanía se suman más de 200; una ley de extranjería que otorgó prioridad a niños extranjeros lo que por defecto dejó sin cupo a niños chilenos; una “ley de inclusión” que no supo incluir a los estudiantes con capacidades diferentes, ni a los estudiantes con trastorno de espectro autista, ni menos incluyó a los estudiantes en condición de sordera, y que sólo ha contribuido a la desintegración de la comunidad escolar y al estancamiento académico; la lista es larga y puede seguir, claramente la educación se cae a pedazos en Chile. 

No ha sido posible revertir la grave crisis -multidimensional- que afecta al sistema educativo de nuestro país. Casi todas las reformas que se han hecho desde Bachelet en adelante, han redundado para peor. La situación es tan grave que, en la última década, la inscripción de estudiantes en el sistema de exámenes libres se ha multiplicado cuatro veces. 

Y no se avizora ningún cambio en el horizonte, lamentablemente. La carencia de ideas para superar esta mala racha es sorprendente. Hemos arribado a un fracaso absoluto del estado y de la clase política en su conjunto en materia educacional. Ya es tiempo de reconocerlo.

Se requiere, por tanto, implementar una serie de nuevas y profundas reformas. Asumiendo que, es la sociedad civil quien debe tomar el timón en la educación, y que el estado debe abandonar el barco. Necesitamos devolver la educación a los profesores y expertos, arrancándola de las manos de los políticos que pretendieron forjar fantasías en realidad, fracasando estrepitosamente. Debemos retraer todo lo que arrojó la ola pingüina sobre nuestros estudiantes, pero a la vez, insuflando una ola de libertad que permita al magisterio la capacidad de innovar proyectos educativos diversos y orientados en población objetivo, a la vez que le devolvemos la capacidad de elegir a los padres, devolviéndoles su dignidad y reconociendo su rol en la formación educacional de sus hijos, que respete sus principios morales y autodeterminación. 

Debemos retomar la cordura, el sentido común. Menos estado y más sociedad, es nuestro compromiso.

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