La partida de un amigo (sobre Edmundo Jouannet)
Francisco Huenchumilla Jaramillo, Senador de la República.
Este domingo recién pasado despedimos junto a su familia y amigos a Edmundo Jouannet Núñez. Tenía más de 90 años; se fue en paz y tranquilidad y con el deber cumplido en esta vida. Por eso todos los asistentes estábamos muy serenos y podríamos decir también contentos porque nos dábamos cuenta que estaba preparado y en el momento oportuno para partir al más allá.
Conocí a Edmundo cuando yo siendo un joven Abogado recién recibido llegué a Temuco a trabajar en la Corporación de la Reforma Agraria en el año 1970. Ambos compartíamos los mismos ideales políticos y rápidamente nos hicimos amigos; me recibió con afecto y me introdujo en los laberintos de esa institución tan clave para los tiempos de cambio que vivía el país. De esa manera me incorporé plenamente a mi experiencia profesional, siempre con el apoyo y compañía de mi amigo.
Edmundo era una persona alegre, con gran sentido del humor, lleno de energías y con buenas vibras; era un gusto salir a terreno con él y compartir conversaciones experiencias y cuentos de la vida.
Edmundo tenía algo que sobresalía no sólo en la Cora si no también yo diría sin exagerar en todo Temuco: tenía una inmensa familia de esas que hoy día no existen. Tenía 16 hijos e hijas y además estaban Norita su señora, una tía muy cariñosa y hacendosa y la abuelita. 20 en total.
Y a todos los crió con esfuerzo y sacrificio y les inculcó los valores cristianos que él y su señora profesaban.
Todos y todas salieron excelentes personas, profesionales; formaron familia y me dio un gusto enorme verlas y verlos de nuevo después de tantos años cada uno y cada una con sus respectivas familias que seguramente eran la alegría y la felicidad de mi amigo querido.
Me acuerdo que el Obispo de Temuco Don Bernardino Piñera tenía por esta familia un especial afecto y preocupación.
A los 16 los conocí de guaguas y de niños y fui testigo de cómo Edmundo, su señora, la tía y la abuelita los sacaron adelante.
Me emociono cuando retrocedo en el tiempo y me afloran estos recuerdos.
Pero feliz, amigo mío, porque cumpliste cabalmente con tu deber de padre y de cristiano.
Ahora Edmundo estoy cierto que estás descansando en paz junto a Norita.
Algún día y cuando Dios lo disponga nos volveremos a encontrar. Gracias por tu amistad.
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