La contaminación y el cáncer: les importa un carajo

Ricardo Barría Dillems, ingeniero comercial, magister en comunicación. Editor de AraucaniaDiario, miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).

Opinión07/12/2023Equipo AraucaniaDiarioEquipo AraucaniaDiario
Ricardo Barria Dillems
Ricardo Barria Dillems

Mi familia materna es de Lautaro. Mi abuelo, don Manuel Dillems Hill, comenzó su familia como profesor normalista en esta naciente ciudad de La Frontera, que lleva como nombre el del líder y estratega mapuche que venció a los españoles durante la conquista.

Por sus calles jugaron y crecieron mis 10 tíos y tías, en sus escuelas y liceos estudiaron e incluso, una de ellas llegó a ser "reina de la primavera". Casi todos nacieron en la gran casa verde que todavía está parada en una de las esquinas de la ciudad. Luego la familia migró a Temuco, por los estudios de los hijos y la carrera profesional de mi abuelo, que llegó ser director regional de educación particular e indígena. De ahí gran parte de mis afectos y vocación, que siguen presentes en el campo de la familia, en la Reducción Novoa, camino a Galvarino.

Las dioxinas son compuestos químicos que se producen a partir de procesos de combustión que implican al cloro. El término se aplica indistintamente a las policlorodibenzofuranos (PCDF) y las policlorodibenzodioxinas (PCDD), pero en fácil, son elementos químicos que se transforman en contaminantes ambientales persistentes y debido a su "persistencia", se van acumulando a lo largo de la cadena alimenticia, alojándose en las grasas de los animales, que a su vez son consumidas por los seres humanos a través de carnes, huevos y leche, con sus subproductos.

Las dioxinas están presentes en "la grasita" del cordero, del chancho o del pollo, incluso si son criados naturalmente y a "todo campo". Paradojalmente, hasta las "gallinas felices" acumulan más dioxinas que sus congéneres de fábrica, ya que al picotear por aquí y por allá, van consumiendo las dioxinas acumuladas en el pasto, en las lombrices, los insectos y en el suelo.

WTE París

Recientemente, un estudio del prestigioso ministerio de Salud de Francia, reveló que el 83% de los huevos de las gallinas criadas en gallineros locales, en el campo o en los patios de las casas, tienen altos niveles de dioxinas. Tanto es así, que prohibieron su consumo a toda la población de los 410 municipios parisinos, afectando a más de 14 millones de habitantes, con especial cuidado en los niños, que son los más afectados. ¿De donde provienen estas dioxinas? de las plantas WTE de París.

Pero no es que no supiéramos. La verdad es que desde hace rato que en Chile sabemos que las dioxinas se acumulan en los animales de consumo humano y que se traspasan de unos a otros y de ellos a nosotros.

Primero fue Corea del Sur, que al descubrir que la carne de cerdo proveniente de Chile contenía niveles de dioxina superior a lo permitido, decidió suspender las importaciones de este producto. A los pocos días sucedió lo mismo con Japón, quien también decretó una veda. La situación estalló el jueves 3 de julio de 2009, cuando las autoridades coreanas anunciaron una veda temporal para las importaciones de carne de cerdo chilena, las que afectaron puntualmente a Agrosuper. El Ministerio de Agricultura surcoreano señaló que "la cantidad de dioxina hallada en las 5,4 toneladas de cerdo congelado fue de 3,9 picogramos por gramo de grasa, por encima del límite permitido de 2 picogramos".

Japón es el principal destino de la carne de cerdo chilena, siendo el 33% de estos envíos, mientras que Corea es el 20%. ¿Adivinen qué pasó? ... Sí, esos años comimos más carne de chancho que nunca y a precios muy baratos.

WTE Araucanía

Y justamente un conocido agricultor y empresario de Lautaro, don Gastón Caminondo, fue el que "puso" el terreno dentro del radio urbano para instalar la planta de incineración de basura WTE Araucanía. Un tremendo negocio que a partir de la basura de Temuco y del sur de Chile, además de hacerse cargo de estos residuos, produciría energía que se vendería después a generosos precios.

Lo que obviamente no sabía don Gastón, era eso de las dioxinas y no tenía por qué saberlo, al igual que ninguno de nosotros; aunque sí uno de sus socios, que luce un postítulo en Derecho Ambiental, pero ese es tema de otro artículo. El asunto es que esta planta para quemar basura, que le vendieron al agricultor como inocua y que traería progreso a su ciudad, en realidad traerá destrucción y muerte.

Destrucción y muerte de la mano de las dioxinas y otros contaminantes que día a día y año tras año se acumularán en los tejidos grasos, primero de sus trabajadores (obvio que ni él ni sus hijos ni sus nietos trabajarán en la planta), luego de sus vecinos, de ahí en los animales y en sus subproductos, finalmente en todo aquel que consuma productos de Lautaro, la nueva zona de sacrificio.

Pero aún estamos a tiempo, tanto don Gastón como las autoridades -hoy los ministros-, ya que él puede desistir de pasar el terreno y el Comité de Ministros del Presidente Boric, rechazar el proyecto.

¿Aunque la verdad?, lamentablemente, no les tengo mucha fé. A fin de cuentas la Contaminación y su efecto sobre la salud: el cáncer, les importa un carajo y Lautaro, mucho menos. Sin embargo y como la esperanza es lo último que se pierde, hasta alrededor del 20 de diciembre tenemos para hacer cambiar de idea a los ministros del Gobierno ambientalista del Presidente Boric y ver si salvan Lautaro.

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