
Cuando el estigma del SIDA oscurece el futuro de generaciones
Fernando Cortés Tello, Subdirector Unidad de Salud Pública DFTS, Universidad Central.
Ricardo Barría Dillems, ingeniero comercial, magister en comunicación. Editor de AraucaniaDiario, miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
Opinión27/04/2024
Equipo AraucaniaDiario
Tengo pena y no quiero escribir nada. Anoche mientras algunos compartían, celebraban o dormían calentitos en sus camas, varios llamados hicieron concurrir a un turno de Carabineros, a una llamada de emergencia en el sector de Antiquina, cerca de Cañete. Sin embargo era una emboscada y solo los esperaban balas. De grueso calibre, de esas que se usan en la guerra y que en pocos minutos asesinaron al Sargento 1º Carlos Cisterna Navarro (QEPD), al Cabo 1º Sergio Arévalo Lobos (QEPD) y al Cabo 1º Misael Vidal Cid (QEPD).
Pero no fue sólo eso, tomaron sus cuerpos, los subieron al pickup de la camioneta policial, les rociaron bencina y los quemaron. Le pido a Dios que ya hayan estado muertos cuando los quemaron, porque sino sus hijos, sus esposas y sus familias nunca podrán dormir en paz, sumado a que nunca olvidarán.
Sin embargo y como es costumbre en nuestro país "en vías de desarrollo", todos hablarán, todos condenarán y todos dirán enérgicas palabras en contra del terrorismo, pero nadie asumirá alguna responsabilidad.
Y no porque el cobarde asesinato de Carlos, Sergio y Misael sea culpa de alguna autoridad en particular, aunque en realidad, sí lo es. Sí lo es desde el momento en que mandamos a Carabineros a defendernos y luego los abandonamos a su suerte, cuando algo sale mal. Ahí todos se lavan las manos, menos el "pobre paco".
Sí lo es también, porque si en el ejercicio de su cargo y asumiendo su deber, un carabinero mata a alguien, el que pierde todo es justamente él. Su trabajo, su jubilación, su casa, a veces su familia e incluso el auto (vi ayer que la esposa del excapitán Hugo Navarro Corvalán está rifando su vehículo para que su esposo pueda trabajar cuando no está en la cárcel).
Es además culpa de la autoridad porque tienen un discurso, pero sus actos dicen otra cosa. Así, condenan la delincuencia pero salen con unas Reglas de Uso de la Fuerza (RUF) con trato especial para diversidades sexuales, migrantes o indígenas, como si los pueblos originarios, los migrantes o las minorías sexuales tuvieran más derechos o debieran cumplir menos obligaciones que todos nosotros.
Sin embargo, hoy nadie renunciará. Tampoco mañana o pasado, simplemente nada pasará. En un país desarrollado, ya habría renunciado la delegada presidencial, el oficial a cargo y por supuesto, habría alerta nacional para encontrar a estos cobardes asesinos.
La zona de Antiquina se peinaría como si hubiera Estado de Excepción Constitucional. Va, perdón, verdad que sí la hay y está la Armada a cargo. En fin, en un país desarrollado habría hasta recompensa por esos desgraciados.
No debe haber nada peor que ser hijo de Carabinero. Tener que despedirse todos los días porque puede ser el último beso, abrazo o caricia. Tener que decir adiós papá o mamá cada mañana, sin saber si se volverán a ver nuevamente. La verdad que me cuesta hilar las palabras.
Ser Carabinero es tener que hacer la pega que nadie quiere. Desde arreglar problemas vecinales, hasta perseguir delincuentes armados, todo para que nosotros, en nuestras casas, podamos dormir tranquilos.
Ser Carabinero es tener en las manos toda la fuerza de la Ley, pero la obligación de responder con palabras aunque los estén empujando, escupiendo o insultando (vi hacerlo en 2019 a la entonces mayor Ximena Valle, de la Octava Comisaría de Temuco).
Ser Carabinero es volver cada tarde a la casa y dejar lo más feo de nuestra sociedad a un lado, ser papá o mamá y dar un beso de buenas noches.
Ser Carabinero es poner el pecho a las balas -por nosotros- y no saber si volverás cada jornada a tu casa o si verás nuevamente a tu señora o hijos.
Ser Carabinero es ser Carlos, Sergio y Misael, Que En Paz Descansan ya. Por eso, hoy y siempre, Honores a Carabineros.

Fernando Cortés Tello, Subdirector Unidad de Salud Pública DFTS, Universidad Central.

Por Marcelo Trivelli, presidente Fundación Semilla.

Vanessa Zúñiga Rodríguez, Periodista, Doctora en Comunicación, Escuela de Periodismo, Universidad Andrés Bello.

Ricardo Barría Dillems, ingeniero comercial, magíster en comunicación. Editor de AraucaniaDiario, miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).

Ricardo Barría Dillems, ingeniero comercial, magíster en comunicación. Editor de AraucaniaDiario, miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).

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