Educación primaria obligatoria, un logro del radicalismo

Leo Dan Fuentes Belmar, Abogado y Presidente Regional del Partido Radical.

Opinión26/08/2020Equipo AraucaniaDiarioEquipo AraucaniaDiario
Abogado Leo Dan Fuentes Belmar.
Abogado Leo Dan Fuentes Belmar.

Hoy se cumplen 100 años de la promulgación de la Ley de Educación Primaria Obligatoria y debemos  estar orgullosos de que fue un logro del radicalismo ¿por qué? Porque gracias a ello fue posible su dictación, a razón de la lucha del caudillo Valentín Leyelier, del senador radical, a Pedro Bannen autor del proyecto ya en 1900 y al educador Dario Salas , autor del libro "El Problema Nacional" que expuso la realidad del analfabetismo en el país, que para entonces era cerca de 2 millones en una población de 3 millones y medio.

Ustedes conocen ya que en la Convención Nacional de 1906, V. Letelier impulsó a que el Partido Radical hiciera suya la "cuestión social". A él también se le atribuye el lema "Gobernar es Educar" que recogiera más tarde nuestro querido Presidente Aguirre Cerda; y es que la educación es uno de los factores que más influye en el avance y progreso de personas y sociedades al tener esta ley, como chilenos enriquecemos la cultura, el espíritu, los valores y todo aquello que nos caracteriza como seres humanos.

La educación es necesaria en todos los sentidos. Para alcanzar mejores niveles de bienestar social y de crecimiento económico; para nivelar las desigualdades económicas y sociales; para propiciar la movilidad social de las personas; para acceder a mejores niveles de empleo; para elevar las condiciones culturales de la población; para ampliar las oportunidades de los jóvenes; para vigorizar los valores cívicos y laicos que fortalecen las relaciones de las sociedades; para el avance democrático y el fortalecimiento del Estado de derecho; para el impulso de la ciencia, la tecnología y la innovación.

¿De qué se trató La Ley de Educación Primaria Obligatoria?

Primero, que el Estado garantizaría a cada niño y niña el acceso gratuito a los centros educacionales y velaría para que se cumpliera esta normativa.

Para ello se definió que padres y apoderados tenían la obligación de que sus hijos y pupilos "frecuenten durante cuatro años a lo menos y antes que cumplan trece años de edad, un establecimiento de educación primaria fiscal, municipal o particular" (Ley N° 3654, 1920: 3- 4).

Además, la normativa indicaba que "los menores que hubieran cumplido trece años sin haber adquirido los conocimientos de los dos primeros años de la educación primaria, deberán seguir asistiendo a una escuela hasta ser aprobados en las pruebas reglamentarias anuales, o hasta cumplir los quince años de edad. Si obtienen una ocupación de carácter permanente, continuarán sometidos a esta obligación hasta los dieciséis años de edad, debiendo satisfacerla en alguna escuela suplementaria o complementaria" (Ley N° 3654, 1920: 4).

El primer ciclo de formación contaría con tres grados de educación general compuestos de dos años escolares cada uno. Además se podría acceder a un cuarto grado de educación vocacional donde se enseñaría agricultura, minería industrias manuales y comercio, cuya duración podía variar de uno a tres años. Se ordenaba también el funcionamiento de escuelas primarias para adultos (Ley N° 3654, 1920: 15- 16).

La ley establecía que en toda comuna debía haber una escuela primaria para cada género por cada mil habitantes. Mientras que en aquellas comunas donde no hubiese necesidad de nuevas escuelas elementales, la municipalidad debía mantener una de adultos.

La calidad del personal docente fue otro tema abordado. La orden indicaba que para ejercer en las escuelas públicas se necesitaba contar con el título de normalista, tener un título del Estado que habilitara para la enseñanza de ramos especiales o poseer un certificado de aprobación para la enseñanza expedido por el Consejo de Educación Primaria.

La nueva normativa permitió un avance en la educación chilena y mejoró los niveles de escolaridad. Sin embargo, este avance dio lugar a un nuevo desafío: reformular y reestructurar el funcionamiento estatal de la educación para que estas disposiciones efectivamente se cumplieran.

Definitivamente esta ley, logró lo que 100 años después los chilenos hayamos sido preparados para el progreso y el desarrollo, más hoy en un mundo que vive profundas transformaciones, motivadas en parte por el acelerado avance de la ciencia y la tecnología.

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